No me quiero morir
Cuando leí la palabra “POSITIVO” lo primero que pensé fue “no me quiero morir”. Llamé a mi marido quien pensaba que estaba siendo exagerada al tomarme un PCR, le pasé el celular y mientras él lo miraba, como si un par de ojos distintos fueran a dar un resultado distinto, le dije “no me quiero morir” en voz alta y con lágrimas llenándome los ojos.
La verdad es que sí soy un poco exagerada y no, no me morí. Tuve un caso de covid muy leve cuyo peor síntoma fue la ansiedad. No sirvieron los remedios, la meditación, el trabajo de respiración, el melipass, las gotas de CBD, escribir, tomar mucha agua, dormir bien, consumir información y experiencias de otras personas, distraerme viendo la saga completa de Crepúsculo, nada. Para alguien con un trastorno de ansiedad enfocado en la salud, tener una enfermedad nueva es lo más cercano a una tortura y los 11 días que pasé confinada en la pieza de mi hijo menor, escuchando cómo mi familia continuaba con su vida más allá de la puerta, lo único que realmente oía, sin parar, era mi propia voz repitiendo “no me quiero morir”, aunque ya fuera el día 5, día 7, el día 10, incluso cuando pude abrir la puerta y salir a abrazarlos.
Incluso hoy, meses después, hay días en los que pienso tanto en la muerte, que me olvido de vivirlos. No es algo que haya empezado con el covid, no sé cuándo empezó o si hubo un evento que detonara esta obsesión con la muerte que se parece tanto a un anhelo como a un temor. Quizás siempre fue así y a medida que fui creciendo simplemente me hice cada vez más consciente de mi cuerpo fallido y del azar que me mantiene viva.
Siempre me han gustado los misterios y no hay ninguno más grande que la muerte. Usualmente me sentiría atraída (y sucede, cuando padezco alguna dolencia y proyecto que estar viva es doler) pero creo que a la larga este misterio es uno del que pretendo seguir huyendo hasta que me sea imposible. Aunque no haya ninguna evidencia que sugiera que la muerte no es un estado superior, libre del cuerpo y sus limitaciones, lleno de felicidad y vacío de ansiedad. Ese “no me quiero morir” resuena en mi cabeza como un mantra y quiero creer que hay más que sólo instinto en la certeza que me inspira. ¿Qué digo realmente cuando digo que no quiero morir?
No quiero que mis hijos me olviden. Es lo primero que quiero decir. Son chicos y si me muriera ahora iría desapareciendo de sus registros como una foto que se destiñe al sol. No quiero que no sepan cómo era su mamá. Quiero que escuchen mi voz cuando canto en la ducha y abrazarlos tanto que reconozcan mi olor en sus ropas. Quiero hacerles cosquillas con mi pelo cuando me agacho a darles el beso de buenas noches y quiero que me sigan pidiendo los tallarines con salsa como sólo yo los hago. He sabido sobre la tristeza que significa perder a la madre en edades tempranas y no lo deseo para mis hijos. Quiero que sean lo más felices posible y quiero estar ahí para verlo.
Quiero conocer a mi marido en su vejez. Ver cómo su pelo se hace menos suave y más blanco, tomar su mano cuando empiece a temblar. Quiero saber si va a cambiar o si va a ser el mismo hasta su último día, y quiero confirmar que lo voy a amar de cualquier manera. Quiero más tiempo a su lado, porque a pesar de llevar más de una década juntos siento que recién he quebrado la superficie de quién es y lo que está adentro se me anticipa delicioso, como una crème brûlée.
No quiero que mi mamá tenga que llorar la muerte prematura de otro familiar más. Quiero estar ahí cuando el tiempo haga lo suyo y ella nos deje de la forma más pacífica y natural posible, aunque anticipo que el dolor de perderla va a ser desgarrador, suceda a la edad que suceda. Quiero ir a ver a mi papá a la casa en el sur con la que lleva soñando tanto tiempo, al fin tranquilo y descansando. Quiero verlo dedicarse a nada más que escribir y leer como quizás lo habría hecho si no hubiera sido papá desde casi siempre. Quiero volver a hacer un viaje familiar con ellos y mis hermanos, aunque sea un paseo corto. Quiero ver a mis hermanos, verlos más, verlos bien.
Quiero seguir tomando cerveza y fumando pito con mis amigas hasta que alcanzamos ese estado de reírnos por cualquier cosa y quiero colaborar en la felicidad de mi mejor amigo, leer su primera novela o ver su primera película, apoyarlo en lo que sea que decida hacer con sus talentos. No quiero que tengan que decir cosas chistosas o tristes sobre mí en mi funeral, ni que tengan que cerrar mis cuentas de redes sociales. No quiero abandonarlos en esta vida que necesita de todos los amigos que tengas para poder soportarla.
Quiero seguir quemándome con ollas y pegándome en el codo, hasta los dolores más intensos los quiero seguir sintiendo porque luego sanan y es maravilloso. Quiero meterme en otros mares que no sean tan fríos y hostiles como el pacífico, sacar fotos de paisajes que no habría podido imaginar. No quiero perderme de canciones y películas que me podrían haber gustado, ya hay tantas que nunca voy a descubrir por mucho que me esfuerce. Quiero lograr comer sintiendo sólo placer como cuando era niña y la comida no generaba culpa. Quiero terminar los libros que estoy escribiendo, aunque nadie los lea, aunque todos los odien. Quiero dar un montón de primeros besos más, nunca son suficientes. No quiero dejar de sentir. Pensar me da lo mismo, pero ¿sentir? simplemente lo disfruto demasiado.
Leyendo esta lista se me hace muy claro que cuando digo que no me quiero morir, lo que estoy diciendo realmente es que no quiero separarme de las personas que tengo cerca. Creo que fue Orson Welles el que dijo que todos morimos solos tal como nacimos, y que sólo a través de nuestros afectos mantenemos la ilusión de no estarlo. Pero no nacemos solos realmente, nacemos y nuestra mamá (idealmente acompañada de nuestro papá) está ahí para recibirnos, tal como espero que cuando muera mis hijos estén ahí para despedirme. Y aunque probablemente siga temiendo ese día, pensando que se acerca con cada dolor de cabeza, me consuela la idea de que sus caras sean lo último que vean mis ojos, y que sus manos sean lo último que toquen las mías.
Rocío
28/07/2021Leí esta entrada con lágrimas es mis ojos, y sólo podía pensar en lo real que es e imaginarte llorar al escribir cada línea, porque lloré cada una de ellas.
admin
30/07/2021jajaja lloremos todas <3 amor eterno al llanto
Claudia Palma
28/07/2021El Covid casi me llevó. Entiendo absolutamente tu “No me quiero morir” fue lo primero que pensé cuando me intubaron. Esa sensación me acompañó hasta abrazar a mi hija casi un mes después y decirle “No podía irme de este mundo sin volver a ver tu sonrisa”
admin
30/07/2021qué hermoso <3
Nadia C
28/07/2021Heavy. A veces se me olvida que no me quiero morir. Es un lindo listado de porque vale la pena la vida
admin
30/07/2021hay que acordarse <3
Marianela sepulveda
28/07/2021Tus palabras son tan agudas y sentidas, q es imposible no sentir un apretón d corazau, tengo una amiga ansiedad q me ha acompañado toda mi vida y algo cacho d esos temores, Gracias por darnos espacio a sentir cn tus palabras un poquito más, es bcn q sigas abrazando a tu tribu por mucho tiempo más
admin
30/07/2021aguante con la ansiedad ql <3 un abrazo y gracias!
Lucía Nardecchia
29/07/2021Tremenda, amo leerte Nori. Puedes poner en palabras tan bien descritos nuestros sentimientos más puros y profundos.
admin
30/07/2021querida, gracias <3
danielaisabel
29/07/2021Qué lindo texto Nori, me llegó al alma.
admin
30/07/2021ay gracias <3
Fernando Aldea Godoy
29/07/2021SUBJETIVIDAD Y ALTERIDAD, LA PARADOJA DE LA VIDA PROPIA
Hija amada:
Descubrir el misterio de la muerte es descubrir la vida… La pequeñez e incertidumbre del espacio vital (o su versión plebeya, la imposibilidad de controlar el destino), es el primer atisbo a lo que en el título llamo, Paradoja de lo Subjetivo y la Alteridad.
El juicio de quienes somos, en ese suspiro llamado Vida, es lo constituyente de lo humano, de la emoción vital coyuntural y de las decisiones que acompañan ese juicio.
A todas esas preguntas, malditas por su casi siempre impertinencia y falta de oportunismo, de ¿Quién Soy?, ¿Soy Feliz? ¿Amo y soy Amada?, debo considera en la respuestas al menos 3 cuestiones magníficas:
1. El juicio temporal: Mi vida ( su imagen en mi subjetividad, básicamente) no es más que el Recuerdo, en tiempo real, que me aparece de súbito, al ser interpelado sobre el actual sentido y completitud. ¿Y qué son esos recuerdos? Son las vivencias que mi mente ha seleccionado para darle sentido a mi vida presente, borrando (al menos ocultando) selectivamente, esos recuerdos que bajarían la “buena nota” a la respuesta “correcta” en el momento indicado. O sea, Soy mis Recuerdos, tanto para mí como para esos otros que me acompañan y se quieren responder la misma pregunta, en el mismo tiempo, respuesta que en algún momento me compartirán de frente o por resquicio cualquier.
2. El legado: Tus actos vitales relevantes tienen que ver con lo que has hecho ( amores, hijos, obras, etc.) y sientes que ellos grafican (simbólicamente, por supuesto) la calidad de tu Vida. Respecto de ello, y si pensamos en el punto 1. …¿crees que se dirían lo mismo que tú cuándo ellos son inquiridos respecto de lo mismo?. Ojalá que sí, pero nuestra subjetividad es especialista en intentar dibujar el paisaje que mejor justifique tus actos y decisiones, con un sentido de coherencia y ética orientados a validar esas respuestas a la pregunta en el punto 1.
3. La paradoja: Como vez, nuestro juicio personal está esencialmente imbricado (son uno) con el juicio de los otros, la representación externa de quién somos y cuán feliz estamos le pertenece tanto a ese otro, a esos otros, como a ti. Si así es, imagínate lo relevante que pasa a ser esa comunicación con los Otros que son conminados, periódica y amorosamente, a revisar contigo esa respuesta sobre la distancia de juicio entre tu sujeto y su alteridad, sobre cuánto te ha separado la corrección imaginaria de tu mente, cargada de voluntad redentora, al estadígrafo verdadero, ese OTRO que la gente reconoce cuando habla contigo, cuando te hace el amor – o no lo hace -, cuando me me reclama o refuerza…cuando, en fin, me acompaña y contiene.
Sólo soy lo que soy para mi y esos otros…por eso el sujeto adecuado para el juicio de sentido y misión es NOSOTROS. Y tú, y yo y cualquiera, siempre cuando piensa en él o ella y su Vida, debiera hacer el ejercicio completo.
Tú, en lo que escribes hija, veo ya has empezado a hacerlo. Te dará paz, serenidad y un gran estímulo a hablar y sentir desde el Nosotros.
Tú ers parte de mi NOSOTROS y estoy seguro que aportarás siempre a mi valor, porque en ti espíritu, lo rector, no es el juicio personal complaciente con tus decisiones, sean las que sean, sino el verdadero afecto existencial que comprende y ama, antes de justificar o juzgar.
Gracias por incentivarme a opinar,
Te amo
Papá
admin
30/07/2021qué hermosa respuesta papá, da gusto leerte <3