acá no hay mar

La próxima vez que me pregunten si me acostumbro a vivir acá en Santiago, voy a responder que en las noches, cuando cierro los ojos y estoy intentando dormir, veo en mi cabeza el camino entre Reñaca y Viña. El camino en el que mil veces miré hacia afuera, hacia el mar. El camino que me sé de memoria. El camino que siempre me hace sentir segura, aunque vaya en una micro que se desarma y va muy rápido. 

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algunas cosas son así

te demoras tanto en pelar una clementina
que cuando finalmente te la comes
si está mala, la desilución es muy grande
si está buena, la felicidad es sublime

pero nunca se sabe

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otro texto más sobre el miedo y el amor

arriba, en el departamento de arriba, están haciendo arreglos. hasta las 18:30 pueden hacer todo el ruido que se les antoje, lo que significa que hasta las 18:30 el Félix se asusta cada vez que suena una sierra, o cae algo pesado, o martillan la pared. y su susto es con llanto, con el corazón acelerado, con gritos. un miedo absolutamente descontrolado que sólo se calma cuando me siento en el sillón con él durante largo rato,

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nuestra casa

hoy día fuimos al persa bío bío,
compramos un comedor más grande.
cuando compramos el que teníamos, eramos 3.
ahora somos 4, y tenemos más amigos.

(amigos que van a convertirse en tíos
en los tíos de nuestros hijos
como esos tíos nuestros que no eran tíos
que eran los amigos de nuestros papás)

ese comedor más chico, esa mesa roja
la misma mesa donde nos casamos
donde firmamos el papel que nos unió
para vivir y comprar muebles y criar y crecer

ahora es el escritorio de nuestro hijo mayor
donde ya hizo tareas y jugó
mientras brindábamos con una cerveza
en el comedor más grande,

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nunca por dinero siempre por amor

Con la fotografía y con el lettering me pasó lo mismo. Empecé a sacar fotos y empecé a dibujar palabras porque encontré un placer sorpresivo en hacerlo. Un placer que estaba dormido. Que nunca se manifestó en mi infancia, cuando te preguntan “¿qué quieres ser cuando grande?”.

Un placer profundo, sin embargo.

Tan profundo que de tanto sacar fotos y dibujar palabras, empecé a hacerlo lo bien suficiente como para que otras personas quisieran pasarme plata.

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Compartir un jugo

Todos los días vamos con el Félix a buscar al Leopoldo al colegio.
Todos los días en Plaza Italia hay un caballero que vende los jugos de carrito más ricos de todo Santiago.
Siempre cuando venimos de vuelta compro un jugo de frutos rojos que nos vamos tomando los 3, por turnos.
O más bien que yo y el Leopoldo nos tomamos por turnos, mientras el Félix grita para que se lo demos todo.

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