Deberías ser eterna
Me preguntas cómo podrías quererte, sentirte, saberte rica. Y yo respondo: sácate la ropa y sácate fotos. Ojalá con la cámara frontal, da lo mismo la calidad; lo que quiero es que te mires. Que te mires y saques una, dos, cuarenta y siete fotos, porque al ver la primera o la segunda te va a dar vergüenza. Insiste. Házlo en una pieza que tenga buena luz natural, házlo en tu cama o en un lugar donde te sientas segura. Ojalá tengas un espejo donde puedas mirar, o descubrir, lo que más te gusta de ti misma. Qué tocarías primero si fueras alguien que se muere por tocarte. Tócate como si fueras esa persona.
Pon una canción que te traiga recuerdos, ponte ropa que alguna vez te hayan quitado lento. No tienes por qué quitártela toda de una: grábate desanudando, desabotonando, desabrochando. Pero sólo si ya estás lista; tómate todo el tiempo del mundo. A veces sólo un hombro desnudo es suficiente. Míralo. Mírate. Tus partes suaves, tus partes duras, cómo se mueven cuando respiras, cada vez más fuerte.
No las revises antes de terminar, no te interrumpas. Cuando acabes y las veas todas juntas resiste el impulso de borrarlas o mandarlas altiro. Fíjate en algunos detalles: pelos erizados que sólo se ven a contraluz, pliegues que invitan a la mano, lunares como pistas. Y porque sé que los vas a ver igual, también fíjate en esos otros detalles, los que ocultarías. ¿No se ven apetitosos también todos esos colores y texturas?
Guarda las que te gusten, aunque sea una. Muéstralas sólo si quieres, quizás a una o dos personas. Súbelas si así lo deseas, todo lo que pueden asumir es cierto: sí, eres una mujer, sí, ése es tu cuerpo, sí, quieres que te miren, sí, eres así de rica. Van a pensar que tienen acceso a lo que se exhibe pero tú eres siempre tuya, incluso cuando te entregas. Qué les importa si eliges compartir la belleza que pueden hacer tu cuerpo y la luz. Afortunados son de verte, afortunada tú de tenerte.
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