una última contradicción que nunca se apaga
“Nunca tengas hijos”, le dije a mi mejor amigo la noche del miércoles. Veníamos llegando de la clínica después de haber estado toda la tarde ahí por una convulsión febril del Félix, mi hijo menor. Estaba asustada, estaba triste, y por sobre todo estaba cuestionándome profundamente la capacidad de tolerar la angustia y desesperación que siento cuando alguno de mis hijos está padeciendo de algo que no puedo controlar.
Horas antes había tenido que ver cómo mi hijo menor se sacudía incontrolablemente ardiendo en fiebre, cómo se ponía cada vez más azul por no poder respirar, cómo espumaba por la boca, cómo sus ojos se iban. Cómo desaparecía todo lo que hace que mi hijo sea mi hijo, dejando sólo un cuerpo que no respondía, por 3 o 4 minutos que se sintieron como 45. Sin saber qué pasaba, sin saber qué hacer más que correr al taxi más cercano, a la clínica más cercana, al doctor más cercano. Doctor que me aseguró que a muchos niños les pasa, que había sido una convulsión benigna y que no habría ninguna secuela.
Lo primero que dijo el Félix cuando se despertó del sueño post-convulsión, fue “¿y tú cómo te llamas?” a la enfermera. Y ahí, recién ahí, me largué a llorar. De alivio, sí, pero también porque alguna parte de mí sabía que si algo, algo más grave, le hubiera pasado al Félix esa sería una de las cosas que extrañaría de él. Esa obsesión por preguntarle a todo el mundo su nombre. Una de esas cosas que hacen que mi hijo sea mi hijo, y no sólo ese cuerpo que en cualquier momento puede fallar.
No hay una buena razón para tener hijos, me dice el Cristóbal cuando nos amamos tanto que nos ponemos tontos y consideramos tener un tercero. Si uno empieza a preguntárselo, la verdad es que no hay respuesta satisfactoria: ¿por qué los tuve? ¿Por qué me arriesgué a sentir la más absoluta pérdida de sentido si algo llegara a pasarles? ¿Cómo podría llegar a considerar tener otra razón más de preocupación y angustia? Y la respuesta, como siempre, es el amor.
Tengo la certeza de que el abismo al que me asomo, cuando pasan estas cosas y tengo miedo de perder a mis hijos, es infinito y absoluto. Pero son esas mismas dos palabras las primeras que se me ocurren cuando intento describir la felicidad que me produce verlos preguntarle el nombre a desconocidos, bailar en el living con canciones que antes sólo yo bailaba, descubrir un sabor nuevo, escucharlos jugar en la pieza del lado. Amor infinito y absoluto.
No sé si le desearía a mi mejor amigo el miedo de saber que sus hijos sólo por estar vivos corren infinitos riesgos, ni siquiera sé si no volvería atrás y pensaría mucho mejor mi propia decisión de tener hijos. Quizás viva la vida entera cuestionándome mi capacidad de lidiar con todo lo malo que viene con haberlos tenido. Arrepintiéndome incluso, a ratos. Pero sí sé que me gustaría que experimentara todo lo bueno. Y lo sé porque a él también lo amo, y no podría desearle que no sintiera lo que se siente, cuando tu hijo es tu hijo, y te mira y te sonríe y te habla y vive.
Daniela Saenz
03/04/2018Me llega tanto esta entrada, tengo un hijo de 4 años y aun despierto todas la noches para sentir su respiración, lo amo tanto que no imagino una vida sin él
Madelaine Galindo
03/04/2018Bueno, yo te comenté lo que pase con mi hijo, pero es tan desgarrador(?) la pérdida de control sobre la vida de tus hijos… No se si hay algo más penca que sentir que eso depende de otros y no de ti y estar en una incertidumbre hasta que te dicen que está bien…. Lo hermoso, son esos pequeños momentos mágicos cuando te miran y te dicen algo que de manera ilógica solo entiendes tu…
Vale Hormazábal
03/04/2018Es muy cruda la maternidad, y como que nada te lo adelanta. No hay nada más doloroso y hermoso. Cuando estaba a punto de tener a mi hija tuve un sueño gore, soñé que se me salían las piernas… y me costaba mucho rato ponérmelas y luego de un tiempo interminable lo lograba, se lo conté mi familia y mi hermano me dijo: Yo creo que ser mamá te va a costar mucho más de lo que piensas, y la verdad no pensé nada, solo recibí su cmentario. Y puta que tenía razón, mi sueño y mi hermano, algo intentó prepararme. El más complejo desafío de la vida. Besos y amor.
fernando aldea
03/04/2018Bien dicho, hija…
Amar es principlamente un acto de coraje, uffff, de mucho coraje…y de entrega, y de indefensión, y de absoluto, y de infinito…
P ero a estas alturas ya entiendo que la vida es sólo amor (y desamor), que no se vive sin amor y que se puede morir de él , por él y sin él… de eso estoy seguro.
Porque la cadena del amor filial , por ejemplo, hace que se multiplique esa sensación, en forma geométrica, lo que en casos de dolor es gravoso, pero en otros también maravilloso.
Y la maravilla del abismo y de lo absoluto brilla por el hijo de la hija, y troca en dulce lo amargo, en risa el desdén, en alba lo oscuro…porque ese hijo de otro hijo es eminentemente un acto de amor encaddenado, simiente principal y dadora de sentido para vivir y gozar ese abismo absoluto que es vivir.
admin
03/04/2018que hermoso pá <3 te amo
Natalie
03/04/2018conchalevale tu papá es poesía <3
Lucía Nardecchia
26/04/2018Poesía! Claramente tus dotes de escritora vienen de tu papá!
Paty
06/04/2018Putas que me llegó este relato por la csm…
Reflexión para las 8.30 am…
Abrazos
Paulina A.
26/04/2018me hiciste llorar Nori, hasta yo me angustie con solo leerte y no tengo hijos!
Que brigido ser mamá, te admiro.